Museo de Arte Moderno de Nueva York: MOMA
A unas cuantas cuadras de Broadway y en la esquina de la famosísima Quinta Avenida, el Museo de Arte Moderno de Nueva York es uno de los lugares artísticos más importantes de la Capital de la Moda.
El museo, que cuenta con más de cinco pisos, es una experiencia que no puede faltar en ningún recorrido de Nueva York, pues se ha convertido en un icono del arte moderno.
Muy distinto a lo que estamos acostumbrados a ver, el Museo está repleto de obras de arte moderno, ya que en él se exhiben muchísimas piezas que para muchos pueden no ser un arte, pero para aquellos conocedores, es lo más bello que jamás han visto.
Además cuenta con obras famosísimas como La Noche Estrellada de Van Gogh y también obras clásicas de Mattisse, y sin duda no se quedan atrás varias obras de uno de los artistas más grandes de la época: Pablo Picasso.
Al contrario de lo que mucha gente piensa, el Museo de Arte Moderno también exhibe piezas de artistas latinoamericanos. Estas piezas pueden ir desde dibujos y caricaturas, hasta esculturas y otras expresiones artísticas. Además, el muso cuenta con una pequeña librería en donde se nos permite leer aquellos libros que queramos antes de comprarlos, y dentro de esos libros también hay escritores latinoamericanos. Por otro lado, el museo también cuenta con un área especial para Diseño Industrial y no es difícil imaginar que ésta fue la que más me gustó.
La mayoría de lo que se exhibe son sillas, pero hay unas muy bellas y muy variadas. Desde la clásica con forma de labios hasta la más sobria y suntuosa de ellas. Además, resulta sorprendente ver cómo a la mitad del museo uno se encuentra un helicóptero colgado, o que muchas piezas en realidad sean lienzos en blanco o con una sola figura geométrica dibujada. En realidad es un museo para ir a pensar e interpretar lo que el artista quiso decirnos al pintar un lienzo así. Y quizá las proyecciones que acompañan a muchas de las obras nos ayuden, pero finalmente es un análisis personal del mundo en el que el artista estaba sumergido.
La tienda de este museo es una de las más visitadas en la ciudad, al igual que la del Museo de Arte Metropolitano. No es sólo que se compren recuerdos o artículos inservibles, sino que ahora los souvenirs tienen una función diseñada, claramente innovadora. Por ejemplo, me sorprendió mucho ver un portador de tarjetas personales (card holder), que tiene una base metálica mate, con una línea de tele color negro. Lo sorprendente es que si a uno no le gustaba el negro, bastaba girar las piezas del portador y se obtenía una línea roja. Así podemos ver cómo los museos han ido cambiando su modo tradicional y se han ido adaptando a las necesidades de hoy: por un lado ahora muestran ya piezas que antes no eran consideradas arte, como es el caso del diseño industrial, y por otro han incorporado tendencias a consumir objetos distintos, que ahora son parte de sus tiendas.
El museo ya no es aquél lugar al que uno sólo iba a ver piezas y que casi no se podía siquiera hablar, ahora es un lugar de convivencia que chicos y grandes pueden disfrutar y un claro ejemplo de esto es el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
A unas cuantas cuadras de Broadway y en la esquina de la famosísima Quinta Avenida, el Museo de Arte Moderno de Nueva York es uno de los lugares artísticos más importantes de la Capital de la Moda.
El museo, que cuenta con más de cinco pisos, es una experiencia que no puede faltar en ningún recorrido de Nueva York, pues se ha convertido en un icono del arte moderno.
Muy distinto a lo que estamos acostumbrados a ver, el Museo está repleto de obras de arte moderno, ya que en él se exhiben muchísimas piezas que para muchos pueden no ser un arte, pero para aquellos conocedores, es lo más bello que jamás han visto.
Además cuenta con obras famosísimas como La Noche Estrellada de Van Gogh y también obras clásicas de Mattisse, y sin duda no se quedan atrás varias obras de uno de los artistas más grandes de la época: Pablo Picasso.
Al contrario de lo que mucha gente piensa, el Museo de Arte Moderno también exhibe piezas de artistas latinoamericanos. Estas piezas pueden ir desde dibujos y caricaturas, hasta esculturas y otras expresiones artísticas. Además, el muso cuenta con una pequeña librería en donde se nos permite leer aquellos libros que queramos antes de comprarlos, y dentro de esos libros también hay escritores latinoamericanos. Por otro lado, el museo también cuenta con un área especial para Diseño Industrial y no es difícil imaginar que ésta fue la que más me gustó.
La mayoría de lo que se exhibe son sillas, pero hay unas muy bellas y muy variadas. Desde la clásica con forma de labios hasta la más sobria y suntuosa de ellas. Además, resulta sorprendente ver cómo a la mitad del museo uno se encuentra un helicóptero colgado, o que muchas piezas en realidad sean lienzos en blanco o con una sola figura geométrica dibujada. En realidad es un museo para ir a pensar e interpretar lo que el artista quiso decirnos al pintar un lienzo así. Y quizá las proyecciones que acompañan a muchas de las obras nos ayuden, pero finalmente es un análisis personal del mundo en el que el artista estaba sumergido.
La tienda de este museo es una de las más visitadas en la ciudad, al igual que la del Museo de Arte Metropolitano. No es sólo que se compren recuerdos o artículos inservibles, sino que ahora los souvenirs tienen una función diseñada, claramente innovadora. Por ejemplo, me sorprendió mucho ver un portador de tarjetas personales (card holder), que tiene una base metálica mate, con una línea de tele color negro. Lo sorprendente es que si a uno no le gustaba el negro, bastaba girar las piezas del portador y se obtenía una línea roja. Así podemos ver cómo los museos han ido cambiando su modo tradicional y se han ido adaptando a las necesidades de hoy: por un lado ahora muestran ya piezas que antes no eran consideradas arte, como es el caso del diseño industrial, y por otro han incorporado tendencias a consumir objetos distintos, que ahora son parte de sus tiendas.
El museo ya no es aquél lugar al que uno sólo iba a ver piezas y que casi no se podía siquiera hablar, ahora es un lugar de convivencia que chicos y grandes pueden disfrutar y un claro ejemplo de esto es el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
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